EL EQUILIBRIO ENTRE LOS BUENOS CUIDADOS COTIDIANOS Y LA LIBERTAD DE MOVIMIENTO EN EL BEBÉ….LA PRESENCIA DEL ADULTO, DEL CÓMO, EL CUÁNTO Y EL CUÁNDO.

Cuando hablamos de buenos cuidados cotidianos, estamos hablando de una manera delicada y amorosa de vincularnos con el bebé que cuidamos, ya sea nuestro hijo o el bebé que tenemos a cargo y con el cual estamos tejiendo vínculo afectivo y junto a éste códigos de comunicación gestuales y verbales de buen trato, códigos en donde podemos estar en Total Presencia y Atención con nuestro pequeño, son estos momentos muy importantes cargados de intimidad. La muda, la vestimenta, el baño, dar de comer, sostener, son todos momentos de la vida cotidiana en dónde podemos tejer afectividad con hilos firmes amorosos que quedarán en el área bio-emocional del bebé, entretejida en su cuerpo, en toda su musculatura, en su piel.


Tocar al bebé con delicadeza, está generando códigos de comunicación que le hablan del buen trato, esto es lo que él o ella irá integrando, de lo que se nutrirá y es también lo que será capaz de dar y establecer en otras relaciones futuras. También se organizará un patrón de límites en los cuales sabrá muy bien qué significa ser bien tratado y no aceptará otra cosa que no sea ésta cualidad en el trato que ya integró y que mucho más adelante formará parte de su memoria inconsciente la cual podrá aflorar en ciertos momentos y formará parte de sus recursos básicos para operar en el mundo. Tratar delicadamente al bebé también le habla de que el mundo lo acoge y lo ama, donde no tiene que estar en alerta permanente como cuando es tratado con brusquedad, si no, un mundo en el cual se puede relajar para comprenderlo y poder entrar en una verdadera comunicación con un otro.

Por otro lado, tenemos lo que yo llamo,  la otra parte de la ecuación; la libertad de moverse y explorar en un espacio amplio, firme, protegido en un lugar de la casa, como es una alfombra en el piso, ya he hablado en otros artículos sobre estos principios que nos dejó tan brillantemente la Dra. Pikler, las especificaciones de cómo acondicionar este espacio, qué juguetes y para qué edades, pero hoy quiero hablarles de la importancia a nivel emocional que tiene moverse a su propio ritmo, según sus capacidades madurativas y no las que se supone que para su edad ya “debería estar haciendo” esa libertad de explorar sin un adulto permanentemente encima mostrándole todo los juguetes, sino más bien que sea él quién los escoge, a su ritmo con la gran estabilidad que le proporciona el piso firme y la base de sustentación de su espalda o de la postura que haya adquirido por si mismo, le da una gran sensación de ser autónomo y competente, ser un sujeto y no un objeto del adulto.

Acá estamos hablando del cuánto y el cuándo, de una oscilación del adulto entre la presencia y la ausencia según el momento de desarrollo del bebé. Si el adulto está demasiado tiempo en el espacio de juego del bebé, luego se convertirá en un ser que demanda y demanda que le muevan objetos y que se los entreguen todo el tiempo, sin embargo, el sentimiento de competencia no podría ser posible si el bebé no siente también que tiene momentos privilegiados en los cuidados cotidianos con sus adultos referentes, padre, madre, educadora, nana, abuela, etc. Son adultos que él conoce mucho porque pasan tiempo de vida cotidiana con él o ella, a veces corresponden solo a sus padres.

El pequeño no podría explorar con tanta seguridad, autonomía y libertad sino ha ido integrando este vínculo afectivo con sus padres, innumerables momentos de cuidados totalmente presentes, lo que se manifiesta en el juego o la exploración autónoma, por lo que no necesita llorar para llamarlos constantemente. Acá se nos equilibra la ecuación. Es ésta seguridad afectiva y sentimiento de autonomía, la delicadeza y el respeto que también van a operar en todo su desarrollo y cuando sea ya un adulto, en su manera de estar y ser en el mundo y con los otros.

 

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