
Pareciera exagerando decir que una persona ya tiene responsabilidades desde que es un bebé! En este siglo XXI donde ya no damos abasto de tanto quehacer y nos sentimos cada vez con mayores responsabilidades las que generalmente asociamos al tan conocido “estrés” de este tiempo.
Pero ¿Qué es tomar responsabilidad sino otra cosa que hacerse cargo de los actos y decisiones que tomamos momento a momento? Tal vez tomar responsabilidad es simplemente no asumir más cosas de las que podemos; puntualmente las que nuestro cuerpo y energías pueden realmente abordar de manera sana y total en concordancia a sentirnos bien y competentes con lo que hacemos, por lo tanto nuestras decisiones al respecto implicarían primero el ser capaces de registrarnos, es decir, de registrar nuestro cuerpo, nuestras emociones, del cuánto y del qué nos sentimos capaces de hacer o no en un momento particular.
Poder decir No o Sí en ciertos momentos desde el registro profundo de quienes estamos siendo o de cómo nos sentimos para abordar cada situación, es tomar responsabilidad poniendo de base ese contacto con nosotros mismos y respetarlo… respetarnos. Desde esta perspectiva, responsabilidad sería totalmente lo contrario al agobio y al estrés ¿Y qué tiene que ver esto con la supuesta responsabilidad de un bebé? Primero que la responsabilidad de un bebé no tiene nada que ver con el agobio y que en realidad está relacionada con el aprendizaje desde la experiencia vivida en su cuerpo, es decir, aprender a tomar registro de sí mismo, de las acciones e iniciativas que devienen del cuerpo en exploración y libertad de movimiento en relación al espacio, a los objetos y a los otros, además sobre la consecuencia de esos actos por muy pequeñita que esta persona sea.
Para ser más concreta quiero poner un ejemplo que veo infinidad de veces en mi consulta y vamos aprendiendo con los padres sobre esto al momento de observar al bebé moverse libremente con su primera postura que es estar de espalda. En otros artículos les he hablado sobre la importancia de la motricidad libre en el bebé descrita ampliamente por la Dra. Emmi Pikler y lo fundamental de ponerlo de espalda a partir de los tres meses más o menos en una manta en el piso o corral amplio, en un espacio seguro limpio y con objetos simples e interesantes para su nivel de desarrollo. En esta situación de motricidad libre el bebé comenzará a construir uno de sus primeros grandes movimientos que es girarse por su propia iniciativa y no por incitación de un adulto, desde la postura de espalda a la postura de boca o “guatita”.
Muchas veces en sus primeros intentos de organizar esta nueva postura de giro, verán que se golpea un poco en la cabeza, generalmente la motivación es avanzar rodando guiado por el estiramiento de uno de sus brazos para buscar un objeto interesante, pero frente al susto que el golpe provoca en los adultos que lo cuidan, una reacción bastante común es ponerle la mano debajo de su cabeza cuando ven que se está girando y que se puede volver a pegar, porque es cierto que muchos bebés se pegan e incluso a veces lloran un poco…pero quiero que nos detengamos acá para proponerles que, una vez que hayamos acondicionado el espacio seguro y una manta adecuada para su movimiento, lo dejemos vivir su experiencia incluso a pesar de este golpe que le puede doler y observemos qué pasa si contenemos un poco nuestra propio deseo de “proteger” al bebé para que no “sufra” y no “falle” ¿Qué tal si dejamos que viva su propia experiencia? ¿Qué cosas podría descubrir nuestro bebé? Va a descubrir ( seguramente después de un par de golpes y les aseguro que posiblemente no más de tres) el peso de su cabeza, va a descubrir y va a regular la fuerza con la que debe hacer el giro, cuánto y cómo debe elevar la cabeza para no golpearse, va a ir descubriendo paulatinamente en esos giros la unidad de su cuerpo como una totalidad, va a descubrirse cada vez más competente, cada vez más explorador porque ese giro cumple con el objetivo de propulsarlo para alcanzar el objeto que se ha propuesto y del cual no pierde la atención, va a aumentar sus niveles de concentración, va a sentirse autónomo y respetado en su manera de explorar y no víctima!
El bebé no vive la caída como un fracaso, sino como una experiencia. Somos los adultos que ponemos ese juicio o es carga afectiva “caerse está mal”. Pero si lo dejamos hacer su propia experiencia hasta volverse competente, lo libramos de ser visto como víctima: “pobrecito se pega, no sabe, no puede…” Este es un patrón emocional de muchos de nosotros los adultos que hemos aprendido erróneamente que la sobreprotección es una manifestación de amor, esta sobreprotección surge básicamente de la desconfianza de las capacidades del bebé porque no se han dado la oportunidad de observarlo detenidamente y aun no comprenden su potencial de auto cuidado, atención y capacidad de sobreponerse.En realidad a un bebé a quién se le deja explorar, también va a sentir que los adultos están cerca atentos a él para contenerlo en caso de que se sienta mal o tenga alguna necesidad que solo el adulto puede satisfacer y que lo van a tomar en brazos cuando realmente lo necesite para reajustarse afectivamente, pero si por el contrario, los adultos viven encima de él entregándole todos los juguetes al más mínimo llanto, por que “el pobre bebé no sabe nada y no puede frustrarse nada…” Entonces sucede que el bebé queda a expensas de ser “el pobrecito”, comienza a aprender otra cosa, aprende que él no es responsable de su giro ni del golpe, son los adultos los que le deben medir, modular, afirmar o impedir el giro, ellos son los responsables de eso, además son los responsables de entretenerlo, de que no llore, no se frustre y así sucesivamente por meses y años posteriores y va a asumir un código de comunicación establecido por los adultos que lo rodean donde entiende que para obtener ese juguete tiene que llorar en vez de estirarse, girar y alcanzar el objeto y esto va quedando también establecido en la memoria emocional y actitudinal hasta que somos adultos en los campos laborales y relacionales: “No, yo no puedo, no me resulta, necesito que otro haga este trabajo por mi…” Y está claro que no hablo de sobre exigencia, ni de nunca pedir ayuda cuando realmente lo necesitamos porque eso sería no tomar contacto con lo que puedo y necesito en un momento particular, sino de un poquito de esfuerzo que viene del no poder obtener inmediatamente lo que me estoy proponiendo. Se llama: dejar un espacio para que el bebé se frustre un poco, y desde ahí despliegue las fuerzas que ya tiene para insistir, estirarse girar y lograr su objetivo, así tener el placer de sentirse competente.
Si no damos ese espacio para la acción autónoma del pequeño, también serán entonces los adultos los responsables de hacerlo caminar tironeado de los bracitos hacia arriba para que avance a expensas de que su equilibrio queda modulado por un otro que “sabe más” sobre su propio cuerpo! Serán también los adultos los responsables de sus caídas cada vez más graves producto de la falta de conciencia corporal y de unidad de sí que va acumulando ese niño pequeño, serán responsables papá o mamá cada vez que se quiera subir por las escaleras de un alto resbalín de la plaza, ya que no podrá registrar si puede o no subirse o tal vez se suba sin medir ningún peligro, sin hacerse cargo de su decisión…porque “eso lo saben los grandes”; “sobre mi cuerpo y mi equilibrio yo no sé, lo saben mis papás, ellos me dicen donde poner el pie y cómo afirmarme” ¿Y si justo el adulto se distrajo y no alcanzó a afirmar al niño trepado en alturas que realmente no sabe manejar porque siempre lo han afirmado? Ahí si tenemos un accidente grave que pudimos evitar no por no afirmarlo ahora, sino por haberlo afirmado antes cuando solo se giraba y podía golpearse un poco la cabeza pero a solo unos cm del piso…ahora son metros y mucho tiempo sin que el niño aprendiera a registrar sus posibilidades. Entonces el niño se va volviendo inseguro postural y emocionalmente.
No hay ninguna emoción que no quede registrada en el cuerpo, así como tampoco hay ninguna tensión corporal que no quede registrada en la memoria corporal como tensión emocional. Uno de los primeros investigadores hace más de 80 años que teorizó sobre esto fue el Psicólogo Dr. Henri Wallon (1879-1962). Hoy existen cada vez más estudios bastante contundentes sobre psicosomática que van demostrando la inseparable relación entre el cuerpo y la emoción como base del psiquismo, la personalidad y las actitudes. La seguridad postural es seguridad emocional, la exploración depende de la seguridad postural que es vivida momento a momento y no se puede enseñar, por lo tanto, no se puede enseñar a rodar, caminar, trepar, etc. Puesto que tiene que ver con un registro corporal que es muy íntimo y que está ligado a la configuración específica de cada cuerpo y con la conciencia que tenga el niño de éste con respecto al mundo exterior. La seguridad postural y emocional está basada en ese encuentro, en el registro e imagen interiorizada del propio cuerpo en relación al medio material y humano particular que lo rodea.Lo que si podemos y debemos hacer los adultos cuidadores del bebé o niño pequeño es ESTAR PRESENTE. Emmi Pikler nos decía que con el bebé en situación de motricidad libre debemos “observar más e intervenir menos”. Los momentos de profundo contacto, vínculo afectivo y comunicación adulto- bebé están dedicados en plenitud durante los cuidados cotidianos como son la muda, vestimenta, comida, baño, etc.Durante los momentos de juego y exploraciones motrices nos toca ser testigos alegres de sus experiencias, observando sus aventuras más bien desde un segundo lugar, es decir, que en esos momentos los adultos tenemos el papel secundario y felizmente ellos el protagonista.
Al papel del adulto yo le llamo estar en un segundo primer lugar, porque este segundo lugar es primordial, es una presencia más bien de rodeo, de estar muy atentos a sus necesidades respetando sus iniciativas y no incitándolo a juegos ni movimientos específicos o que a nosotros nos parecen buenos o divertidos para ellos, si no que nuestra labor puede avocarse a reconocer y respetar las iniciativas del bebé, acomodar la manta, cambiar los objetos que ya no utiliza, ajustar o desajustar su ropa o calcetines, darnos cuenta si ya está cansado y llevarlo a dormir, en fin, fijarnos en su bien estar para proporcionarle las condiciones más adecuadas para una exploración segura, lo que no significa que de vez en cuando no hayan sobre saltos, o alguna caída, porque lo fundamental no es que el bebé no se caiga, ni que se pegue un poco, sino que sepa caer y poner las manos. Con ese acto de poner las manos para no golpearse más de la cuenta el bebé ya está tomando responsabilidad de sus actos, esto solo se logra con el registro cada vez más profundo de sí mismo. Un bebé que tiene la posibilidad de moverse libremente sin intervención permanente del adulto, es muy cuidadoso y raramente se pone en riesgo debido a que conoce bien su cuerpo por lo que en general tienen muy pocos accidentes desde que son bebés y hasta que son grandes.
Tomar registro de sí mismo tiene muchos niveles de profundización, a mi parecer, es una actividad para cultivar por toda la vida, así nuestra capacidad de tomar responsabilidad sobre nosotros mismos, es decir, de nuestras emociones, pensamientos y nuestros actos en el mundo puede ser cada vez más consiente, y puede también llevarnos a ser más amables con nosotros mismos, por consiguiente con los demás, porque este registro comienza a fundarse y establecerse sobre el auto conocimiento y auto respeto.